Fue una de esas veces en que llegué a la parada y me estaba
esperando el colectivo. Pasan dos hombres, el tercero me sede el lugar a subir
antes que él. Tarjeta en mano, le descuento 1,20 pesos y busco un lugar entre
toda la gente que estaba allí apretada.
Pensando en todo lo que me esperaba la semana que entraba,
no quería que sea fin de semana pero sin duda de no resignar una despedida de
solteros de sábado por la noche.
A mi derecha dos chicos jóvenes, sin duda estudiantes, con sus mochilas, que en un tono alto de voz
discutían. Discutían sobre política. Intensamente uno argumentaba, quería
convencer a su compañero de viaje cuán indispensable es la voluntad humana para
desarrollar cualquier sistema económico, social y político. Hoy, el capitalismo
vigente.
Citaban a Smith, Rousseau y otros intelectuales que no podría
transcribir su nombre en este momento.
Sin querer escuchar escuchaba cada palabra de ese debate. Mucha
convicción. La gente disimulada ojeaba, algunos trataban de entender qué decían
aquellos pasajeros, otros intolerantes suspiraban (vaya a saber qué se les
cruzaba por la cabeza). Y éramos tres los que atentamente y sin disimular los escuchábamos,
los mirábamos, asentábamos con la cabeza: nos compenetramos bastante.
Los otros dos, subieron en mi misma parada y resultó que más
tarde se bajaron conmigo. Eran dos obreros, con sus herramientas, las manos
desgastadas y típicas uñas desvastadas por tanto trabajo.
Llegó un momento en que el más callado de la discusión frena a su compañero,
le apoya la mano en el pecho y le dice casi gritando “decime qué es la voluntad
humana, decime qué esa expresión tan ambigua a la que te estas refiriendo. Porque
sin duda todo depende y requiere de voluntad. ¿Vos decís que tanto el
feudalismo como el capitalismo se dio por la voluntad de la gente?...”
Todos callados. El locutor que defendía esa idea pensó dos
segundos y lo retrucó. Momento mismo en que enfrente mió un obrero le expresa a
su compañero “Eso es política” y sigue contándole que si él hubiera estudiado,
hubiera estudiado para política. Ahí opte con escuchar la conversación de esos
obreros y pausar por un momento la escucha de la discusión de los chicos. Y
seguí escuchando: “Pero para político se nace… en cambio, para ser chorro no”,
con una sonrisa y mirada cómplice, sabiendo que su compañero lo entendía
perfectamente.
Ellos sabían que yo estaba ahí con ellos, reflexionando la
misma situación vivida, haciendo conciente cada palabra que se decía y tratando
de entender lo que no entendía. Los miré, les hice una mueca y uno de ellos me
la devolvió.
Se creó un clima de reflexión. Los obreros se quedaron
pensando y con un oído en la discusión sobre política que seguía ocurriendo en
el colectivo. Hasta que finalmente el primero que había hablado confiesa “a mi
la política me llevó preso” y se ríe, su amigo lo acompaña con la risa. A mi no
me produjo ninguna gracia y de la voluntad humana, del obrero que quería ser
político pasé a pensar en qué habrá hecho ese hombre para terminar preso. Qué
acción política te puede llevar tras las rejas.
Me puse tras de ellos, les pregunté si bajaban en la próxima
y nos bajamos juntos. No los volví a ver.
Razones por las cuales me gusta vivir en Capital. Razones por las cuales me encanta viajar en medios de transporte público.