sábado, marzo 19

Expresión I

Tal vez Sonia tenía razón, debía buscar una solución a la falta de capacidad de expresión que la venía atormentando hace casi dos años enteros. La comunicación que debía darse naturalmente sobre la licenciada y la paciente imposibilitaba el desarrollo de las sesiones y el alejamiento a la meta con la que se había presentado Sofía.
Los escritos a partir de la tercera o cuarta sesión se habían convertido en el método ideal que Sonia tenía para comunicarse con su paciente. Sofía llevaba todas las semanas  escrito en un cuaderno sus pensamientos,  sus anécdotas, sus elecciones y preferencias. Así, transcribir lo que se le cruzaba por la cabeza, se volvió cotidiano y necesario en su vida. Incluso llegó un momento en que la escritura definía sus pensamientos.
El procedimiento de romper esa barrera de la incomunicación fluía con eficacia. Los miércoles Sofía se sentaba en el sillón y le leía a su psicoanalista todo lo que en su vida podía transcurrir. Algunas semanas se volvían tediosas, cuando las palabras no alcanzaban para relatar lo se que quería decir. Pero, en cambio, otras, sentía que una vez más en su vida había logrado encontrar su pasatiempo favorito. Daba respuesta a sus preguntas, la satisfacía, le hacía ver las cosas más allá, se entendía y la entendían.
Llegó un tiempo en que ya todo se había dicho: los miedos con puntos suspensivos, los sueños con un “deseo”, las expectativas con “quizaces”, reflexiones con experiencias. Y Sofía ya no necesitaba escribirle a Sonia. Se dio cuenta que podía escribir para ella, quería enseñarse a escribir, quería demostrarse tal como era y dejar plasmada su conciencia en una hoja.  Las libretas de bolsillo se llenaban cada vez más rápidas, las agendas se convertían en diarios íntimos y el disco rígido almacenaba docenas de palabras y pequeños pensamientos que Sofía necesitaba volver a transcribir.
Pero cuando se aburrió de escribirse, cuando necesito nuevamente que alguien la entendiera, ese fue el día en que anónimamente abriría una de esas bitácoras donde se habían formado grandes escritores. Y sin confiar su nombre a ningún interesado comenzó a contar su historia…
Hace cuatro años que esa página le sigue perteneciendo. Sigue jugando con ella al anonimato y a creer que todavía nada tiene de importante para los demás.
“The Blitzkrieg Bop” se había convertido en su terapia diaria, el analgésico a los dolores de cabeza, la meditación diaria en la vida de una chica que ha elegido como forma de comunicarse con el mundo una página web, y se justifica citando “Mientras siga viva, seguiré escribiendo, y con lo escrito, seguiré viviendo. Nunca crean en mi verdad”. 

No hay comentarios.:

Seguidores