miércoles, noviembre 10

Carpe diem.

¿Recuerdan este texto? Por ahí resulta importante que se lea antes de comenzar a interesarse en esta entrada.
Cuando comienze a escribir lo que publicaré más tarde faltaran sólo diez minutos para ese bendito día. 
Hace ochenta y nueve días atrás y 18 años cumplidos no sabía exactamente el por qué de mi "fobia" a los aniversarios de mi nacimiento. Desde pequeña (lo repetiré) no es que le tengo miedo ni la paso mal, es simplemente el no sentirse bien los seis de noviembre. Muchas veces no nos sentimos bien y no existe respuesta a eso ¿Verdad? (Alguien sabe de lo que estoy hablando: Click aquí - Increíble similitud de situaciones)
Es verdad que este año comenzó la pre-depresión cumpleaños mucho tiempo antes de la prevista pero acepto que son muchas cosas nuevas que, seguramente, tuvieron interferencia en mi inconsciencia. 
Irremediablemente a pesar de la negación constante durante, tal vez, dieciocho primaveras seguidas debo reconocer, me he dado cuenta que le temo absolutamente al tiempo. 
Me creí incapaz de ser miedosa a algo tan abstracto y fugitivo. Pero es hoy la mejor manera de afrontar este nuevo año de vida.
Realmente (estoy siendo más sincera que nunca) estoy muy avergonzada y me siento frágil al debilitarme tan fácil..


Ya pasó. Una vez que pasa el día, estoy. Como y tomo todo que se acostumbra a hacer esos días de festejo y vuelvo a ser normal. Con diecinueve años en el bolsillo y un par de lágrimas derrochadas, abrazo de mamá que resulta incondicional, mensajito de acá, mail de  allá, llamada por doquier, visitas aquí y dedicatorias por cualquier lugar; robo mimos a la gente y al otro día me levanto sin recordar nada de la última noche de vida con dieciocho años. 
Ya comienzan a surgir ideas para los veinte. Ese será uno de los mayores enfrentamientos conmigo misma en lo que voy de vida (las décadas). Porque convengamos que el 19 no existe, es un insignificante guión entre el 18 y el 20, de apenas medio centímetro que resulta equivalente a 365 días de estar pensado cómo carajo se hace para vivir veinte años y tener que ponerse contenta el día que tenes que aceptarlos definitivamente. 
Sí, soy trágica. Me he vuelto irremediablemente trágica, exagerada, negativa y cursi. Bancate ese defecto, te acostumbrarás a entradas de desgracias, malestares y angustias. De ésto se trata. Porque entre lo onírico y lo real pasan cosas malas también.



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