lunes, agosto 9

Crónica del día

Ochenta y nueve es un montón y más contados en días. Eso es lo que queda para que cumpla diecinueve años (no quiero ni pensarlo).
Así como a un album de fotos tenes que buscar el hilo conector de todas las fotos que lo componen para escogerle un rótulo, o después de escribir un par de palabras elegir un título adecuado; así, creo que sucede con los días. Hay algo, por alguna razón, que une cada hecho ocurrido en las últimas 24 horas de las personas. Como si fuera el capítulo de una novela que hay que archivar y tenemos que distinguir con un nombre. Es algo que me cuesta muchísimo, porque generalmente no recuerdo mis sueños (deben llegar a infinitos niveles). Pero el 8 de agosto pude casi mágicamente lograrlo. Encontré en él el hilo conductor dos horas después de haberlo terminado. Sigo sin recordar mis sueños porque fueron muchas imágenes juntas, sin embargo, no me hizo falta. Fue tan obvio.


08 de agosto de 2010: "Cumpleaños".


Un cumpleaños, dos cumpleaños, tres cumpleaños. Un texto de cumpleaños, mi cumpleaños.
¿Es síntoma de sentirse viejo fijarse en la fecha de nacimiento de las personas? Como si uno fuese demasiado grande y se sintíese imposibilitado a sociabilizar con determinadas personas por haber nacido años anteriores a uno. Pedófilo por ser mayor de edad. Sin embargo no me reservo a establecer relaciones de afecto con menores de edad. No me siento adecuada, ni siquiera, aceptandolos vía Facebook. La culpa me mató y comenzé a eliminarlos de "Mis Amigos" (voy por la letra B).
Me convencí de que hace cuatro meses cambié totalmente mis ideales e intereses y aunque soy conciente de ellos todavía no logro aceptarlos ¿por qué? Porque me siento vieja.
Luego una amiga de hace años, la más grande de las de mi edad, cumple DIECINUEVE AÑOS. No creo haberlo comentado a nadie pero sentí instantáneamente una opresión en el esternón por querer sentirme como ella. No quería hacerme la idea de querer cumplir así, de forma tan descarada diecinueve años. Como si dieciocho hubieran sido pocos y no tuviera cosas para digerir. Es una barbarie en contra, muchos moros en la costa, diez caballos de troya, una canasta entera de manzanas de Cenicienta, serpientes, serpientes y más serpientes de Adan y Eva. Soy una (re) pendeja para cargar con eso. El DNI me va a pesar en el bolsillo.
Quisiera hacer un pacto con alguien para quedarme por siempre acá, en mis sweet dieciocho (inconcientemente había escrito diecisiete) ¿Se ve que todavía no estoy preparada?
No creo que repita de nuevo por este medio lo que aborresco mis cumpleaños. Todos los años desde que la memoria me acompaña. Cada seis de noviembre me acompaña una melancolía, angustia y nostalgia, como si fuera a despertar diferente, con poderes como Sabrina, como si mi vida fuera a dar una vuelta de rosca drásticamente, como si todavía no hubiese hecho lo suficiente para merecerlos, no sepa demasiado, no tenga la experiencia suficiente, o no logré cumplir con las expectativas del año anterior. Con todos los añitos que llevo encima y fue insuperable. Año tras año lo mismo, pero nunca ochenta y nueve días antes.

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