Hace veinte años de
aquella adecuación del estatuto docente en la provincia de Río Negro y la
aplicación posterior de la Ley de Emergencia Económica que trajo aparejada la
destrucción de los salarios docentes.
En diciembre de 1994,
con tal sólo cuatro años de edad, pasé días enteros en filas del banco provincial.
Éramos decenas de hijos de la convertibilidad corriendo y trepando las columnas
del edificio que por aquel entonces quedaba en pleno centro roquense: Avenida
Roca y Canalito. Se amanecía muy temprano, preparábamos la mochila con las
galletitas que iban alimentarnos durante toda la jordana de espera para que
nuestros papás puedan cobrar el sueldo de septiembre (con tres meses de
demora). Como el día se hacia largo, a todos los chicos nos llevaban a una
escuela pública que quedaba al lado del banco, aprovechando que uno de los
profesores de educación física daba una clase de iniciación deportiva y ahí,
arriba de la viga, de colchonetas y entre pelotas, llenábamos las horas de
espera.
El banco, con una
arquitectura similar a la de cualquier edificio de Clorindo Testa, tenia
escaleras de metal enormes (o así parecían teniendo un metro de altura), túneles que imaginábamos a dónde nos podían
llevar, columnas con agujeros que fueron parte del juego “quién llega más alto”
y las primeras puertas giratorias de la ciudad custodiadas por policías.
Todavía no eran las
vacaciones de verano, sin embargo, los días que llegaba la plata al banco,
aunque esta podía haber sido robada del tesoro nacional por el gobernador
Massaccesi, los docentes faltaban a trabajar para hacer esas interminables
filas con el recibo de sueldo en mano que notificaba una reducción del 10% del
salario por emergencia económica y el impago de la antigüedad. Dicha situación
era acompañada por paros, reclamos y movilizaciones pero la respuesta del
gobierno en forma de documento era: “Lo que planteamos es una estructura
salarial que tenga un componente básico, un componente por antigüedad (no tan
significativo como el actual) y que la masa salarial excedente se distribuya a
través de un componente por capacitación y un componente por calificación” y
punto.
Dos años después
empezaba primer grado, los problemas no cesaban y la lucha docente se
acrecentaba ya que el ministro de educación Roberto Rulli buscaba acelerar la
contrarreforma educativa en la provincia, reforma que no tenía otra finalidad
que el achique y el disciplinamiento.
Un día en el aula la
maestra Nelly me preguntó:
—
¿Qué queres ser cuando seas grande?
—
Contadora
privada — respondí muy convincente.
—
¿No
será contadora pública? — me preguntó Nelly con intención de
corregirme.
—
No, privada porque a los públicos les pagan
poco.
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