Ya no
ponemos energía, predisposición, ganas, fuerzas, voluntad o carácter para hacer
algo. Nos ponemos las pilas.
Estamos rodeados y en convivencia con
artefactos electrónicos que sólo calientan, enfrían, lavan y centrifugan si se
los enchufa a una toma corriente. Planchas de pelo que solo planchan si las
enchufamos, celulares que sólo mandan mensajes si se les carga la batería,
computadoras que van a ser portátiles si las mantuvimos conectadas. Cámaras
fotográficas que van a sacar fotos si les ponemos las pilas. ¿Por qué se iba a
esperar más de nosotros?
Si no
nos ponemos las pilas no vamos a correr, no vamos a ir al gimnasio, no vamos a
estudiar, no vamos a cocinar, no vamos a salir, levantarnos de la cama ni irnos
a bañar. Menos declararnos frente al chico o chica que nos gusta.
Las personas también necesitamos pilas: esa energía química transformada
en energía eléctrica por un proceso químico transitorio.
Resultado de dos terminales que tiene, llamados polos: el polo positivo y el polo negativo.
Todos tenemos que estar constituidos por esa fuerza positiva
que crea y es conciente de nuestras metas, ambiciones, responsabilidades y
obligaciones, pero que constantemente está en contacto con la negativa que es
(o se hace) la no conciente de lo que tenemos o tendríamos que hacer, que no
conoce de tiempos ni oportunidades. Y, por eso, nos beneficiamos con “ponernos
las pilas”, para que esa unión se transforme en energía eléctrica que nos ponga
en acción.
Son épocas en que nadie quiere hacer algo porque sí: ¿A quién
le gusta ir al gimnasio? ¿Por qué vamos a estudiar si faltan dos semanas para
el parcial?, ¿qué va a ver de nuevo en el boliche para que tengamos que ir?,
¿no puedo hacer lo que me pidas acostada en la cama?, si no tenemos sucio el
pelo, ¿para qué nos vamos a bañar?, ¿por qué tenemos que ser los primeros en
decir ‘te amo’ en una relación? Así funciona el cuerpo humano hoy, con pilas.
Sin ellas, nadie va a ser nada y si lo hace va a ser con una raya titilando en
rojo, vibrando cada dos minutos, con poca intensidad, demandando más tiempo del
común, digamos, con “media pila”: cansados y apáticos.
Interés no falta, faltan pilas. Ya no estamos hablando de una
metáfora que forma parte de una jerga callejera que quiere decir algo parecido.
Aquí no se está haciendo un análisis morfológico del significado de las
palabras que constituyen la frase “ponerse las pilas”. Ésta no vas a allá de,
literalmente, ponerse las pilas. No hablamos de algo fuera de lo cotidiano,
lejano o vacío. Estamos pronunciado las tres palabras que describen el
funcionamiento de todo organismo/artefacto que necesita de cierta energía para
realizar determinadas acciones. En el caso del hombre, casi todas las acciones
que pueda hacer. Creo que para lo único que no necesita “ponerse las pilas” es
para comer (energía agregada indispensable).
Si de ahora en más alguien alude a tu persona y te dice
“ponete las pilas”, replantéate la
situación en la que te encuentras, el tiempo que estas perdiendo y lo poco que estas haciendo.
En conclusión, no es que las personas tengamos algún hueco
para enchufarnos una batería ni nada por el estilo, pero qué bien que viene
esta frase en estas épocas. No podría quedar mejor.